Que las salsas hechas por uno mismo nos hinchan el pecho ante nuestros invitados es cierto, pero encontrar en la tienda justo la que necesitamos, sin añadidos químicos ni sorpresas, y que encima sepa bien, nos ahorra tiempo y quebraderos de cabeza buscando los ingredientes y las fórmulas. Este es el caso de Salsas La Sarita, pioneros en el cultivo de ajíes peruanos en España y Europa. Son de Almería, y allí es donde cultivan sus ajíes, y donde hacen de manera artesanal estas salsas (veganas y sin gluten) facilitándonos la labor de aliñar carne, pasta, arroces, verduras, bocadillos... y cualquier cosa que se imaginen, que necesite un plus de picante, una alegría. Porque a eso hemos venido, ¿no?
Y de picante y alegría vamos a hablar en las próximas líneas porque para explicar a Salsas La Sarita hay que hablar de pimientos. Ellos trabajan generalmente con Rocoto y Ají amarillo. Dos frutos extraídos de variedades diferentes de la misma planta, la Capsicum. El Rocoto, Capsicum pubescens, es redondeado, de color rojo o verde, más picante que el Ají amarillo. El Ají amarillo, Capsicum baccatum, es más aromático, también redondeado, pero con un picor mucho más leve.
Como tendemos a medirlo todo, existe una unidad de medida del picor, la escala Scoville, inventada en 1912 por el químico Wilbur Scoville, que consiste en diluir en una solución de agua azucarada el extracto del chile hasta que el picante no pueda ser detectado. Y se repite las veces que haga falta hasta que desaparezca. Pues bien, el Ají amarillo se debería diluir entre 30.000 y 50.000 veces para eliminar su intensidad por completo, y el Rocoto entre 100.000 y 200.000... pero, dejémonos de historia y de medidas ¿quién quiere hacer desaparecer el placer que nos produce el picante?